11 Enero, 2017Tags: alejandro guillier, caso calvo, Cámara Oculta, Chilevisión, Poder, sauna gay, sebastián rodríguez
El 4 de noviembre de 2003 un joven homosexual y regente de un sauna gay ingresó a las oficinas del juez Daniel Calvo Flores. Lo hizo con una mochila cruzada en su pecho, donde llevaba incrustada una cámara oculta para grabar la conversación que sostendría con el magistrado que llevaba el caso Spiniak y que luego entregaría al departamento de prensa de Chilevisión, encabezado en ese entonces por el candidato presidencial Alejandro Guillier. La historia maldita, enterrada hace 14 años en el sistema antiguo de justicia, reapareció por los cuestionamientos que ha debido enfrentar el senador por Antofagasta de parte de grupos que apoyan al mundo gay. The Clinic accedió al expediente completo que -en cinco tomos de 600 páginas cada uno- contiene toda la investigación en esta arista que en ese tiempo sustanció la ministra Gabriela Pérez. Esta es la reconstrucción de parte de uno de los casos más controvertidos que ha vivido el mundo político en las últimas décadas y de cómo se movió en esas aguas el actual presidenciable del Partido Radical.
A mediados de octubre de 2003, Jessica Figueroa marcó el número de la sede de Renovación Nacional y pidió hablar con la entonces diputada Pía Guzmán, la parlamentaria que había remecido al país al afirmar en un matinal de televisión, a inicios de ese mes, que existían políticos involucrados en la red de prostitución de la que era cliente el empresario Claudio Spiniak.
Con la llamada de Jessica, otro escándalo comenzó a gestarse. La mujer se presentó por su segundo nombre, Beatriz, y explicó que estaba acompañada por un amigo que deseaba realizar una denuncia. Se trataba del recepcionista de un sauna gay, Sebastián Rodríguez Vásquez, quien tenía información de que el juez a cargo del caso Spiniak, Daniel Calvo Flores, llevaba una “doble vida” que le impedía, a su juicio, encabezar la investigación.
Jessica no consiguió hablar con la diputada, pero la asesora de Pía, Carla Munizaga -quien años después se convirtió en jefa de prensa de Sebastián Piñera durante su mandato-, instruyó que se le entregaran números de periodistas de Canal 13 y Chilevisión.
Así se inició la historia que llevó al candidato a La Moneda, Alejandro Guillier Álvarez -quien se desempeñaba como jefe de prensa de Chilevisión- a pasar en diciembre de 2003, 36 horas detenido en el anexo Cárcel Capuchinos por ordenar la grabación con una cámara oculta a Calvo en que el juez reconocía su asistencia a recintos en que se mantenían encuentros íntimos entre personas del mismo sexo. Guillier fue, además, el responsable de la difusión de las imágenes en el noticiero del mediodía del 5 de noviembre de 2003.
Por estos hechos, el 15 de julio de 2005, el periodista fue condenado por la jueza Gabriela Pérez a sesenta y un días de reclusión menor en su grado mínimo y una multa de 50 UTM como coautor del delito de captación de conversaciones, comunicaciones o hechos de carácter privado sin autorización. Posteriormente, en 2007, fue absuelto por la Corte Suprema ya que aseguró que desconocía los detalles del plan que hundió la carrera del magistrado.
Los profesionales subalternos de Guillier, que ejecutaron la cámara oculta, y Sebastián, que fue usado para realizar el registro, sí fueron castigados en el proceso penal. Y en el juicio civil en 2015, se ordenó a Chilevisión indemnizar con $120 millones a Calvo y su grupo familiar por los perjucios causados por la difusión del video.
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Sebastián Rodríguez tenía 30 años cuando terminó con la prometedora carrera judicial de Daniel Calvo Flores, tras reconocerlo por televisión como un cliente frecuente del sauna gay en que trabajaba.
Tal como lo había sugerido la asesora de Pía Guzmán, Sebastián se comunicó con el departamento de prensa de Chilevisión donde habló con una productora, quien lo derivó con el periodista Fernando Reyes.
El engranaje de la bomba que hizo estallar la vida de Calvo, comenzó a operar.
En la puerta de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, Sebastián y el periodista se encontraron por primera vez. Durante las siguientes tres semanas, las citas entre ambos, a las que se sumó el estudiante en práctica Raúl Poblete, fueron frecuentes.
“Le cuento a Fernando Reyes que el Juez Calvo tiene una doble vida, que asiste a saunas gays, que era cliente frecuente y que yo lo conozco desde hacía cuatro años más o menos. Él se mostraba incrédulo frente a mis dichos. Incluso yo llegué a pensar que no le interesaba la noticia. Luego de la conversación, él me entregó su tarjeta y yo le di números de teléfono donde podía ubicarme”, relata Sebastián en la causa que acumuló 5 tomos de más de 600 hojas.
Sebastián detalla en el proceso que “el sauna no era un prostíbulo, sino un lugar de encuentro de personas, que asistían y tenían sexo ocasional entre ellos”.
“A Daniel, como no era tan bonito, no lo pescaban mucho, entonces él llevaba acompañantes, les pagaba la entrada, tanto de su acompañante como la suya propia. No entraban menores de edad, porque para eso precisamente estaba yo, es decir controlaba exhaustivamente que no entraran menores de edad”, se lee textual en la declaración de Rodríguez.
En esos días de octubre de 2003, Sebastián recibió una propuesta de Chilevisión: querían realizar una entrevista, filmarla y transmitirla a rostro descubierto. Rodríguez estaba decidido a revelar la asistencia de Calvo a los saunas, por lo que aceptó hablar frente a las cámaras. Pero su testimonio y el de un testigo que había proporcionado no era suficiente. Lo que el canal quería era grabar a Calvo.
Reyes, Poblete y Rodríguez llamaron insistentemente al celular del magistrado y a su casa sin éxito. Calvo en esos momentos ya sabía que su piso tambaleaba, que estaba metido en un lío de proporciones. No comía, le era difícil conciliar el sueño, diría después.
A fines de octubre, Sebastián dejó con una secretaria un recado que confirmó los peores temores del magistrado. “Le pedí que le dijera que había llamado Sebastián, del sauna de Ernesto Reyes y que se comunicara conmigo. Él no tenía ni mi teléfono ni mi dirección, pero igual al día siguiente, llegaron dos detectives a mi trabajo a preguntar por mí”, narra Sebastián en la investigación.
Horas después, fue ubicado por personal de la PDI. Sebastián asegura que los detectives le pidieron “que nos arregláramos a la buena”. La versión de los profesionales es que se le sugirió canalizar sus denuncias en tribunales.
Como sea, Rodríguez logró finalmente hablar con Calvo. En la primera conversación le dijo que era un “cara de raja” y el juez le respondió que no podía hablar. A los periodistas de Chilevisión les falló esta grabación y Calvo cambió todos los números telefónicos, incluído el de su casa.
Hubo otros intentos hasta que se produjo el diálogo telefónico que sí fue captado por el canal en que Calvo le asegura a Sebastián que debe estar tranquilo, porque él está haciendo las cosas bien. El diálogo nuevamente es considerado insuficiente por los responsables de Chilevisión, que le piden a Sebastián insistir con otra llamada que es registrada en las dependencias del canal.
“Me indicaron todo lo que tenía que decir mediante una pauta, esto es me dieron (sic) todas las frases que yo tenía que exponerle a Daniel Calvo en la conversación. Esto se hizo para obtener una declaración explícita de Daniel. Me anotaron en dicha pauta preguntas tendientes a que Daniel reconociera que me conocía, que le gustaban los cabros chicos y que iba a saunas gays. Debo agregar que nunca Daniel reconoció que le gustaban los cabros chicos”, narra Rodríguez frente a la jueza.
Los planes entre Sebastián y los periodistas de Chilevisión continuaron. La orden era grabarlo junto a Calvo y para eso utilizarían una cámara oculta. Así se lo expresaron a Rodríguez. “Me propusieron poner cámaras ocultas en el auto que yo conducía, que era de un amigo mío, y para ello me hicieron llevar el auto a dependencias de Chilevisión”. Pero fue un intento fallido. Cuando el dueño del vehículo llegó a buscarlo al canal y se enteró, armó un escándalo. El plan quedó descartado.
Finalmente, Rodríguez ingresó el 4 de noviembre, pasadas las dos de la tarde, al edificio del Palacio de Tribunales. Lo hizo en compañía del periodista Fernando Reyes y de otro profesional de Chilevisión, simulando ser trabajador del canal.
La cámara había sido instalada en una mochila de Rodríguez que tenía un solo tirante y que se cruzaba en el pecho. Ahí, justo en el compartimento que tenía el bolso para portar un celular, estaba el aparato. Una vez en el edificio, tal como habían planificado, Reyes se quedó en el primer piso y les dio una señal al ver entrar a Calvo mientras que el otro periodista se hizo pasar por un estudiante de periodismo que quería entrevistarlo en su despacho, en el tercer piso de la institución. Una vez que se concretó la falsa entrevista, irrumpió Rodríguez en la oficina privada del magistrado.
“Entonces yo entro a la oficina de Daniel, específicamente frente al primer escritorio que se divisa al entrar. Daniel me ve, se toma la cabeza con la manos, me dice ‘supongo por lo que vienes’, me hace pasar al fondo, y luego de dos minutos aparece él. Yo me senté frente a su escritorio mientras lo esperaba. Él tomó su lugar en el escritorio y conversamos”, cuenta Sebastián en uno de sus testimonios.
Rodríguez relata que Calvo estaba nervioso, que le confesó que no comía, no dormía, que estaba asustado, que estaba siendo amenazado desde hacía mucho tiempo por los asuntos de su vida privada, y “que estaba que dejaba el caso, que no daba más”.
El exregente del sauna recordó que la conversación duró 20 minutos, que se sentía mal por lo que estaba haciendo. Al salir del edificio, no encontró a los periodistas de Chilevisión y se fue a las oficinas de la extinta revista Plan B, que se encontraban en la calle San Antonio. Contactó a la directora del semanario, Alejandra Matus, y le contó todo. Rodríguez tenía referencias de Matus porque su padre la conocía en tiempos en que la profesional había destapado un fraude millonario en el Indap. Después vino el escándalo y la transmisión del registro de la conversación con Calvo que ratificaba la denuncia que había hecho Rodríguez al comienzo.
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