Para el doctor en humanidades y autor de artículos sobre temas asociados a la cultura popular, “lo que a la gente le irrita no es lo que ella dice, sino que lo diga una mujer. Que se hable de genitales, sexo o sustancias corporales choca solo porque lo está diciendo una mujer”, indica.
“Otro punto que irrita a algunas personas es que, además, se refiera a cosas mucho más específicas de la cotidaneidad femenina. Hablar de la depilación los complica, porque es un espacio de intimidad de la mujer, y eso hace que algunos machos se sientan excluidos de su lugar”, explica Cussen.
Por otra parte, el especialista llama a considerar que “la mayor parte de los chistes de la Chiqui Aguayo eran sobre ella misma. Ella se exponía como objeto de burla de manera irónica”, por lo que “si a alguien le pareció ordinario u ofensivo, hay que considerar que ella misma se está aplicando esos chistes”.
“Antes que sea un problema sobre el uso de garabatos, el problema es si una mujer puede pararse a contar chistes. Es algo que estuvo limitado durante un tiempo y lo de Natalia Valdebenito significó una apertura en ese sentido”, explica.
Críticas injustas
Para Cussen, la situación que revelan las redes tras la rutina de Aguayo “me parece que es bien simbólica. Nos habla de tener parámetros distintos para juzgar cosas que deberían ser iguales. Deberíamos estar preocupados, y sería lo justo, de si la rutina fue entretenida o aburrida. Esa debería ser la discusión”.
“Cuando alguien se sube a la Quinta Vergara, debiera ser juzgado por su trabajo, pero, claramente, lo que vemos acá es una minimización de la labor de lo que se está haciendo arriba del escenario, un ninguneo”, critica.