(por Zeus)
En su primer período, Roberto Pérez Catalán fue elegido alcalde con una alta votación, reflejando un fuerte respaldo de la comunidad. El concejo municipal, aunque dividido, le otorgó un margen de maniobra para gobernar. Durante este tiempo, la ciudadanía fue paciente y esperó que su gestión trajera mejoras significativas.
Sin embargo, en su segundo período, Pérez Catalán logró aún más apoyo electoral, consiguiendo que cinco de los seis concejales estuvieran a su favor. No obstante, a cinco meses de haber asumido nuevamente, la situación ha comenzado a cambiar. El concejo, que inicialmente lo apoyaba casi en su totalidad, muestra signos de distanciamiento, y los vecinos han empezado a expresar su descontento de manera más abierta.
Un aspecto que resalta el descontento es la percepción de desigualdad en la gestión del espacio público. Mientras los ciudadanos comunes lidian con el desorden en las calles, algunos negocios, como un conocido supermercado sin estacionamiento propio, pueden pagar a personas para reservar espacios exclusivos para sus clientes. Este tipo de situaciones genera una sensación de privilegio para unos pocos y agrava la percepción de falta de equidad en la administración comunal.
Por mucho que Pérez Catalán tenga proyectos buenos en mente o en marcha, si la comunidad no percibe una ciudad ordenada, limpia y con espacios públicos respetados, siempre dará la sensación de una comuna desordenada y anárquica. La imagen de una plaza y calles cuidadas es fundamental, ya que es la carta de presentación de la comuna y la primera impresión que se llevan tanto los residentes como los visitantes.
El desafío para Pérez Catalán es recuperar la confianza de los concejales y de la comunidad, mostrando resultados concretos y una gestión que refleje las expectativas que lo llevaron nuevamente al cargo. De no hacerlo, el desgaste actual podría intensificarse y costarle el apoyo que una vez tuvo de manera mayoritaria.