Más de alguna vez nos ha tocado saber de una mujer abusada o un niño nacido de una relación incestuosa. Tíos, primos, hermanos y hasta padres, han sido los protagonistas de una escena que no es de película, es la pura realidad. Una realidad escabrosa, que nos introduce en la miseria máxima del hombre, el sometimiento sexual de un humano por otro, más fuerte, más poderoso y más oscuro que cualquiera. La palabra que se nos viene a la mente es NORMALIZACIÓN. Sí, normalización. En localidades rurales como el Cajón del Maipo, voces de aquí y allá, trascendidos o dichos de conversaciones perdidas en una reunión social cualquiera, han traído más de una vez, rumores de casos de mujeres agredidas sexualmente por personas cercanas al núcleo familiar. Desde siempre hemos escuchado historias criollas de antaño, que el dueño del fundo hizo esto, que el hijo de la temporera es del patrón, cosas así son mitos antiguos, pero que en la actualidad aún siguen vivos, porque siempre se ha rumoreado la existencia de violaciones sexuales a mujeres en localidades apartadas, en donde la impunidad y el silencio de todos los que saben de la situación, se ha hecho una constante, trayendo nuevamente el concepto de NORMALIZACIÓN, haciendo que un delito sea algo aceptado tácitamente, como si la justicia y el respeto por el otro, sea solo patrimonio de algunos, dejando nuevamente a las mujeres como ciudadanos de segunda categoría, abandonadas a su suerte, en una selva patriarcal, en que el silencio de los demás los hace cómplices de un hecho delictual, que repetimos, no es una película, es la más pura y cruda realidad
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